La Republica Dominicana desde adentro

Es una república inventada,
una democracia burlona,
que parte y reparte pero no comparte.

Es una república ingrata, una madre desleal,
donde se lavan los colores
y se ignoran los dolores.

Son sus niños:
los que cosechan el arroz
y los que recogen el café;
son los limpiabotas,
los muchachos de Don Bosco,
y los hijos de nadie.

Son los buhoneros.
La nueva generación: el chinero haitiano,
su compatriota coquero, el aguacatero,
el frutero y el espía maicero.

Es el que perdió sus derechos.
El viejo, el loco, y el perro.
Es la Catalina errante de cada parque,
la que pide una botella, un chele, una sonrisa.
Es la madre soltera y el niño huérfano.

Mi patria desde adentro
es un hospital insalubre
donde son dueños de los pasillos el dengue y el calor;
es una universidad aplataná
donde hay más estudiantes que sillas
y una que otra mata, de adorno;
es la OMSA, la voladora,
el motoconcho que resuelve o atraca

Mi patria desde adentro
no es de colores
no es una isla boutique
no es una isla artificial.
Ni es Metro aún.

Mi patria no es Bávaro ni Ubero Alto
y ya no es Boca Chica.
Las costas son ajenas,
la arena importada.
El sueño es americano, europeo.
Y somos todos cómplices, y victimas.

Mi patria es un ave solitaria a la luz de la vela,
despoblada de sus frondosos árboles,
y de su gente también.

Es una patria computarizada,
una patria sofocante,
donde, a ritmo de salve, llora Tatica.